17.11.12

Reflejos en un ojo dorado

Incluso ahora le costaba creerlo. Pero, ¿qué impresión le había hecho entonces? Sí, aquello había sido como cuando se sale de maniobras y se pasa uno la noche tiritando en una tienda que deja entrar la lluvia; y luego se levanta uno al amanecer y ha dejado de llover y el sol está brillante otra vez. Y uno mira a los soldados alegres y jóvenes que están haciendo café en las hogueras, y las chispas saltan y suben hacia el cielo claro. Una sensación maravillosa..., ¡la mejor del mundo!

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