5.1.15

Los pocos

Cuando alguien cuenta una historia... ¿todos escuchan? ¿todos están atentos? Claro que no. Pero en el caso de que escuchasen, ¿no estarían escuchando solamente la parte que quieren escuchar? ¿la interpretación que les cabe? Cuando alguien cuenta una historia... ¿quién está dispuesto a creela? Pocos. La mayoría ni siquiera se preocupa por eso. Pero los pocos no son fáciles. No son ni siquiera quienes creen serlo. Es sencillo: los pocos y verdaderos fieles de la historia tienen sus preguntas. Quieren saber por qué. Hacen apuestas, buscan salidas, abandonan refugios. Despiertan a mitad de la noche y se levantan exaltados, sin hacer caso a quien duerme a su lado pacíficamente. Son insaciables e ilógicos. ¿Qué es lo que quieren saber? ¿Por qué motivo la hija tomó la posta de su padre, continuando su querella, en vez de rebelarsele? ¿Fue por su propio resentimiento de escritora frustrada? ¿O quizá por un fracaso -altivo- que había inflamado su necesidad de sentirse justa? Una victoria vacía la había llenado. ¿Fue por el sueño de ropajes antiguos? ¿Sucedió en las ruinas pobladas por los niños de la guerra? ¿Qué se hizo con los desertores? ¿Fueron muertos? ¿Dónde? La caravana corta el desierto. El patio interno respira. ¿Siguen prisioneros dentro de un diamante grande como el Ritz, enseñando italiano a las hijas del Socio Fundador? ¿Continuan trabajando para la música del azar, pagando la deuda exagerada de una partida de póker? ¿Estuvieron encerrados en una habitación oscura como la infancia, hasta perder el don del idioma? ¿Hasta que el ojo desconociera la forma tangible de las cosas? Los verdaderos fieles a la historia tienen sus preguntas. Cierto es que su método es inusual, pero no los censuro. Últimamente sólo ellos, unos pocos, quieren saber por qué.

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