19.2.18

Dos monjes zen en peregrinación llegaron al vado de un río. Allí vieron a una muchacha que, evidentemente, no sabía qué hacer, ya que las aguas estaban muy crecidas. Uno de los monjes la cargó sin más entre sus brazos, la llevó a través del río y la depositó en tierra firme. Luego ambos continuaron su camino, pero el otro monje no dejaba de importunarlo.
-Sin dudas no es correcto para un monje tocar a una mujer. Va contra los mandamientos tener contacto con ellas. ¿Cómo puedes ir tú contra las reglas monásticas? –y continuó así de la misma manera.
El monje que había cruzado a la muchacha seguía andando en silencio, hasta que finalmente observó:
-Yo la dejé del otro lado del río, pero, por lo que veo, tú sigues llevándola.

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